Carta abierta a la mujer que siente que ya es tarde, que no es suficiente, que tal vez no pueda.
Querida mujer raíz,
¿Cuántas veces has sentido que tu talento es un “tal vez”?
Tal vez escribes bonito…
Tal vez pintas bien…
Tal vez podrías enseñar, crear, sanar…

Pero luego viene el miedo.
Ese que susurra: “¿Y si haces el ridículo? ¿Y si nadie te escucha? ¿Y si no sale bien?”
Y así, un día más, escondes tu semilla.
Esperas la validación.
Te quedas quieta.
Te convences de que no es el momento.
Pero hoy quiero decirte algo:
El momento llegó el día en que Dios sembró eso en ti.
No se trata de inventar un talento. Se trata de rendirte al que ya habita en ti.
Dios no te creó para imitar.
Tampoco para encajar.
Te hizo distinta porque tu luz tenía una forma única de sanar al mundo.
Ese talento que escondes, ese don que dejaste para “cuando haya tiempo” o “cuando los niños crezcan”…
puede ser la respuesta a la oración de otra mujer.
Porque tus dones no son tuyos. Son del Reino.
El miedo siempre vendrá cuando estás a punto de florecer.
Es una señal.
Los miedos más grandes custodian las puertas más sagradas.
Pero recuerda: el miedo no es un enemigo. Es un umbral.
Y como dijo Jesús a la niña dormida:
“Talita cum” — Niña, a ti te digo, levántate.
Yo lo declaro sobre ti hoy, en este instante, mientras lees:
🌺 Levántate. No para ser perfecta. Para ser tú.
🌺 Levántate. No para complacer. Para crear.
🌺 Levántate. No para competir. Para fluir.
Fluir con tus talentos es obedecer al Espíritu.
¿Sabes por qué no se siente bien esconder tu creatividad, tu voz, tu visión?
Porque fuiste diseñada para expresarte.
Negarte es vivir fragmentada.
Muchas veces pensamos que fluir con nuestros dones requiere valentía.
Y sí, algo de eso hay.
Pero sobre todo, requiere rendición.
Soltar el control.
Soltar la necesidad de que sea perfecto o exitoso.
Y simplemente decir:
“Señor, esto lo pongo en tus manos. Úsalo. Aunque tiemble, lo haré.”
Yo también tuve miedo.
Miedo a no ser suficiente.
Miedo a que se burlaran de mi voz suave, de mis pinturas, de mi fe.
Miedo a fracasar delante de los que me creían fuerte.
Pero un día entendí algo:
El miedo no se va con más análisis, se disuelve con acción pequeña pero constante.
Cada vez que elegí mostrarme, escribir, pintar, aunque fuera temblando, algo se abrió.
Una puerta, una conexión, una paz nueva.
Y sobre todo, una certeza: estaba volviendo a mí.

Oración para ti :
Padre amado,
hoy te entrego este talento que me diste.
Quita de mí el temor al juicio, al fracaso, a no ser suficiente.
Recuérdame que soy instrumento, no destino.
Que si tú lo sembraste, tú lo harás florecer.
Abro mis manos, abro mi voz, abro mi arte.
Y te dejo ser Dios en mí.
Amén.
Un ejercicio para liberar lo que llevas dentro
Esta semana te invito a hacer un ritual de liberación creativa. No necesitas velas ni incienso. Solo un acto íntimo y poderoso:
- Elige un talento que hayas estado guardando.
- Pon música suave, respira profundo.
- Escríbele una carta a ese talento como si fuera una hija que dejaste esperando.
- Pídele perdón por ignorarlo.
- Y haz algo con él, así sea una cosa pequeña:
- Pinta un boceto.
- Graba una nota de voz inspiradora.
- Escribe un poema, aunque sea para ti sola.
- Crea un producto o una idea nueva, aunque no la lances aún.
- Cuéntaselo a alguien que te ame de verdad.
Y al terminar, di en voz alta:
No me esconderé más. El mundo necesita lo que llevo.
¿Te movió el alma esta carta?
Déjame saber en los comentarios o compártela con otra mujer que necesite despertar.
Porque cuando una florece, muchas más se atreven.