
Hace algunos años tuve un sueño que aún me estremece el alma.
No era cualquier sueño.
Era uno de esos que no se olvidan, porque no vienen del subconsciente… sino del cielo.
En el sueño, yo caminaba entre puestos como de feria, de bazar. Todo era colorido, bullicioso, lleno de vida. Pero al mismo tiempo, sentía una nostalgia dulce, como si algo me faltara, como si estuviera buscando algo… algo que no sabía nombrar.
Y entonces, lo escuché.
Una voz grave, poderosa, estruendosa como un trueno, que me llamó por mi nombre:
“Arianna…”
Y aunque fue solo una palabra, sentí que me temblaba todo el cuerpo. Era una voz que no venía de fuera, sino de dentro y de arriba al mismo tiempo.
Luego continuó:
“Yo tengo los colores que tú buscas…”
Y sentí una ternura infinita envolviéndome.
Pero eso no fue todo.
Con esa misma fuerza y dulzura, la voz dijo:
“Y también tengo una mamá… que es mamá de ella misma, mamá de su mamá, y mamá de todo el que quiera…”
Ahí supe, sin duda alguna, que era Jesús hablándome.
Y que hablaba de María.
Desde entonces, esa frase me acompaña como un eco de eternidad:
“Yo tengo los colores que tú buscas.”
Como pintora, como mujer, como madre, como alma buscadora… he entendido que esos “colores” no son pigmentos.
Son verdades, sabidurías, consuelos…
Colores del alma que solo el Cielo puede regalar.
Y supe también que María no es solo la mamá de Jesús.
Es mamá de quien quiera ser amado, guiado, abrazado.
Es madre de los que tienen madre…
Y madre de los que se sienten huérfanos aunque no lo estén.
Es mamá de artistas, de buscadores, de soñadoras como yo.
Y como tú.

Hoy, 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, quiero honrarla con esta memoria sagrada.
Porque desde ese sueño he sentido su presencia de maneras silenciosas pero inconfundibles:
En cada pincelada que brota de mi alma,
en cada lágrima que me he permitido llorar,
en cada paso que doy aunque tenga miedo.
Ella está.
Y si tú también lo deseas, también puede ser tu mamá.
No te pide credenciales. Solo el permiso de cuidarte.
Hoy te comparto este sueño porque quizás tú también estás buscando “los colores”.
Y tal vez, como yo, necesitas que alguien te susurre (o te truene):
“Yo tengo lo que tú buscas…”
Y quizás hoy, descubras que esa voz también es para ti.
Con amor y fe,
Arianna.